Encuentros

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Así lo hizo con Zaqueo (Lc 19), hombre que piensa que busca a Jesús para verlo y se encuentra con un Jesús que no sólo lo busca, sino que lo conoce, que sabe su nombre, su historia, sus debilidades y sus deseos. Un Dios que entra en su casa y festeja el encuentro, que trae la salvación a una vida "baja", preocupada por el dinero, que se deja encontrar y convertir por el amor y la presencia.

Y no sólo Jesús sino también María, se transforma en una mujer "de encuentro", cuando embarazada del Hijo de Dios hecho hombre, se pone en camino para encontrar a su prima en una aldea lejana (Lc 1). Fiesta del encuentro,

primera peregrinación del Hijo del hombre, primera procesión de "Corpus Christi" que se transforma en un encuentro de dos mujeres creyentes, de dos fieles del resto de Israel que gozan de la fecundidad, del cumplimiento de las promesas, de la fidelidad de Dios en sus vidas, en la historia. Encuentro que se transforma en canto, en alabanza, en exultante himno al Señor de la Vida. Pidamos a Jesús que nos conceda vivir con fe, amor y esperanza los múltiples encuentros que nuestra vida misionera nos regala. Y recordemos, como dice el zorro al Principito que "la espera del encuentro incluye una alegría siempre creciente". Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, te estaré esperando desde las tres y cuanto más se aproxime la hora de la cita, más feliz me sentiré. Y para las cuatro me sentir sumamente inquieto por verte y descubriré entonces lo que vale la felicidad.

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Para reflexionar podemos preguntarnos:

1. ¿Qué encuentros significativos he vivido en este último tiempo?

2. ¿Cuánto busco y espero la visita de Dios? ¿Deseo cada día encontrarlo?

¿Cuándo? ¿Cómo?

3. ¿Cuánto deseo encontrar a toda la comunidad en diciembre? ¿Qué sentimientos,

deseos, me genera esta invitación?

4. ¿Cuánto deseo encontrar a todas las hermanas en diciembre-enero? ¿Qué

sentimientos, deseos, me genera esta posibilidad?