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Agosto

Relato desde São Leopoldo

Soy residente de la ciudad de São Leopoldo, municipio del Estado de Rio Grande do Sul, Brasil, que en mayo sufrió, y sigue sufriendo, la mayor calamidad climática de su historia, con inundaciones que provocaron el desbordamiento de ríos, rompieron diques, derribaron puentes y destruyeron casas, industrias y plantaciones del 89% del estado de Rio Grande do Sul, provocando una crisis humanitaria, social y económica sin precedentes, ¡cuyas consecuencias aún no se pueden medir!

 

¡No voy a hablar aquí de números ni de porcentajes, sino de la realidad de las personas, de las familias con las que compartí y sigo compartiendo esta tragedia socioambiental! Ante este escenario, cobran sentido las palabras de Francisco en Laudato Si: “no hay dos crisis separadas: una ambiental y otra social; ¡sino una única y compleja crisis socioambiental”!

 

En las primeras semanas de mayo los gritos de la naturaleza se confundieron con sus fuertes y continuas lluvias, kilómetros de tierra devastada, con los gritos de las personas saliendo de sus casas con el agua llegando a más de la mitad del cuerpo. Personas gritando a los cuatro vientos pidiendo rescate, algunos llevaban más de 3 días allí; gritos de tantos animales que también intentaban sobrevivir.

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Un escenario aterrador que también resalta la fuerza de la solidaridad en tantos voluntarios anónimos que arriesgaron sus vidas para ayudar y rescatar a las personas, algunos a pie recorrieron las calles inundadas ayudándolos a salir de sus hogares, en otros lugares tuvieron que ir en embarcaciones. , motos acuáticas y embarcaciones; otros esperaron en los puentes a que llegaran los damnificados y ofrecieron ropa seca y algo de abrigo porque muchos llegaban en situación de hipotermia.

 

Un hombre rescatado de su casa en lancha compartió: “el agua llegó hasta el segundo piso de mi casa y tuvimos que salir en lancha, pero eran tantas familias que necesitaban ayuda que les llevó más de un día poder ser socorridos”. En medio de tanta oscuridad e incertidumbre, quiero agradecer a estas personas cuyos nombres ni siquiera sé que nos llevaron hasta el puente y allí otros desconocidos para mí, nos tomaron de la mano y nos subieron a “tierra seca”. “¡Expresan la belleza de la humanidad manifestada en esta tragedia!”

 

Las personas que se vieron obligadas a abandonar sus hogares se quedaron con la ropa puesta, ¡pero no se olvidaron de sus animales! Fue increíble verlos llegar a los refugios que los acogieron con sus perros, gatos, conejos, ¡hasta vi una cabra en el refugio donde servimos las primeras semanas!

 

El municipio de São Leopoldo, en las primeras horas del 4 de mayo, vio a más del 80% de su población desplazada a refugios improvisados ​​en iglesias, universidades, escuelas, gimnasios, centros de eventos y asociaciones de residentes. ¡Y digo improvisada porque la magnitud de la catástrofe superó todas las predicciones de ayuda!

 

Camiones llenos de gente, coches llenos de barro y gente muy mojada llegaron a pie a los refugios, donde el personal que los recibió intentó organizarlos corriendo de un lado a otro. Pintaron un escenario que parecía de guerra –estas fueron las palabras que, esa mañana en el albergue, un servidor público me dijo casi sin dejar de cargar cosas: “¡Esto es guerra!”.

 

Algunas familias fueron acogidas por familiares o amigos, otras lamentablemente se refugiaron bajo las vías del tren o en algún puente que quedó en pie.

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En este caos quiero resaltar una vez más la dedicación de tantas personas, servidores públicos, muchos de los cuales también fueron afectados por la inundación, pero que estuvieron allí acogiendo a la gente. Infinidad de voluntarios con diferentes capacidades, profesiones que nos unimos con el mismo objetivo de servir, de cuidar las vidas tan heridas de esos hermanos y hermanas que nos miraban con ojos grandes, asustados y hambrientos de todo tipo de cuidados.

 

Después de los primeros días en el refugio, empezamos a darnos cuenta de la necesidad de que las personas escucharan la fragilidad emocional en la que se encontraban todos, de hecho, todos nos encontrábamos los unos en los otros. Fue así como surgió la propuesta, junto a voluntarias del área de salud y asistencia, profesionales, estudiantes, conformando un grupo de apoyo a mujeres que quisieron participar, conformando así la “Rueda de la Mujer”, que se reunía todas las mañanas para escuchar, llorar, compartir miedos, inseguridades, hacer manualidades, hacer ejercicio y ¡también atrévete a soñar! Este espacio que se construyó entre todas las participantes fue un espacio de sanación, de contención, de aprendizaje mutuo, de resignificación, donde una vez más las mujeres mostraron su resiliencia. También fue un espacio para reclamar sus derechos y organizar el albergue.

 

Las semanas transcurrieron con días de lluvia, sol y frío, el agua en las casas y calles fue retirando poco a poco y dejando al descubierto un escenario desolador de viviendas completamente destruidas, mercados y comercios con sus mercancías aún flotando, y mucho barro. Barro negro, una mezcla de tierra, basura y aguas residuales que hacía pesado el aire de la ciudad.

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En este escenario comienza el tiempo de la reconstrucción, marcado por una gran inseguridad, pero la fuerza de la esperanza, arraigada en el corazón de la humanidad, alienta a la vida a resurgir de las cenizas. Hay más de una persona que perdió todo lo que construyó a lo largo de su vida. Los escuché decir: “Perdí todo por lo que trabajé toda mi vida, pero empezaré de nuevo”; Una mujer dijo: “Ya no tengo nada, ¡pero esto me hizo darme cuenta de lo que es verdaderamente valioso y por lo que vale la pena vivir!”.

 

Espero que, en esta reconstrucción, la sociedad civil, el Estado, las Iglesias pongamos la vida en todas sus expresiones en el centro de nuestras acciones y decisiones personales, políticas y comunitarias, porque ni nuestra Madre Tierra, ni nosotros, ni especialmente nuestros hermanos y hermanas más vulnerables, pueden soportar nuestras vidas consumistas y depredadoras.

 

La tragedia climática y humanitaria en Rio Grande do Sul, como en tantos otros lugares, demuestra que nuestro modelo de civilización ha herido de muerte a nuestro planeta y, para curarlo, ¡necesitamos cambiar! Que la Divina Ruah, soplo de vida, nos ilumine y nos anime en este cambio fundamental.

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Maria Cristina Giani Sala

Missionária de Cristo Ressuscitado

5 de maio de 2024, dia Mundial do Meio Ambiente

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